El poderoso mito que une y separa a los argentinos

“Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor. Ignorante, sabio o chorro, pretencioso o estafador. Todo es igual, nada es mejor… “, suena Roberto Goyeneche en el parlante de la habitación. Otro clásico: “Su Majestad, la coima”, un artículo de Roberto Arlt en el diario El Mundo de 1929. Como si alguien le hubiera ordenado al chatgpt buscar “corrupción, argentina, cultura”  se proyectan, en cascada, más ejemplos, casos, escándalos.

Retorno al concepto inicial, un recorrido que permita pensar por qué la corrupción es una narración mítica con dos características muy singulares. Une y separa a todos por igual. Es algo que produce placer pero que también provoca derivas, perdiciones, persecuciones, muertes, antagonismos irreductibles y otras calamidades: consume a todos, igual que la pornografía a un internauta o la droga a un adicto. Descartadas las imágenes que aparecen a primera vista; aunque por alguna razón al indagar en torno a la corrupción lo primero que aflora son esas narraciones, ecos del pasado que resuenan en el imaginario cuando alguien manifiesta o insinúa esa palabra ¿maldita?: corrupción.

Lo común: mitos, historias, narraciones

Cualquier historia de corrupción contemporánea que analicemos en Argentina tiene al menos los siguientes elementos. Un líder o redentor1 denuncia una situación en la que el pueblo es víctima de un o unos villanos. Convoca al pueblo para rebelarse y redimirse contra esa opresión, causa de todos los males que aquejan a la ciudadanía. El pueblo se moviliza. El conjunto de las instituciones hacen propia esa consigna. El proceso recomienza. Continúan o cambian los actores.

La corrupción consume a todos, igual que la pornografía a un internauta o la droga a un adicto.

Escándalos, procesos judiciales, redes, medios, procedimientos “anti”2, narrativa diversa -no solo política- que señala a la corrupción como la causa de la ruina del país, de los individuos, familias, empresas, instituciones, actores, sujetos, agentes.

Un grupo social o político aparece como la causa de la corrupción3. En lo macro, se dicotomiza el campo político. Y la sociedad queda dividida entre los buenos -los anti- y los malos -los corruptos. Tiene un principio, un nudo y un desenlace. Atravesada por valores morales.  En lo micro, los individuos toman partido: actúan a partir de la historia. Se monta también una jerga específica en cada época.

Las sociedades, las mentes de los individuos, lo que pensamos y sentimos está hecho de historias4 5 6 7.

Así, la corrupción antes que un caso determinado siempre es una narración mítica, una historia singular que nos habla. Los protagonistas cada uno con funciones específicas, motivos, acciones. No importa que sean o no verdaderas; aunque sí conjuntas. Incluso si nos separan. Así es que nos con-fabulamos para ser. Somos lo que nos cuentan y lo que contamos: chapoteamos la vida simbólica en ese lodazal común.

Somos lo que nos cuentan y lo que contamos: chapoteamos la vida simbólica en ese lodazal común.

Como mito la corrupción es un tipo particular de narración cuya misión es apuntalar y articular un universo simbólico singular para la sociedad argentina. Alimenta la caja negra de la argentinidad, donde abreva el imaginario popular. Provee la materia prima en base a la cual el pueblo y las élites se dividen y juntan en distintas coyunturas. Y por eso permite, en parte, entender cómo producimos sentido los argentinos.

Relatos

Es posible hallar esa mítica sobre corrupción entre los pliegues del territorio que muestran las siguientes narraciones. Y tenerlas a mano para armar un mapa.

La Asamblea de 1813 persiguió8 a casi treinta patriotas por irregularidades en el manejo de fondos: dos años después otorgó una previsible amnistía. Entre ellos Saavedra, Castelli, Belgrano, de Azcuénaga, Moreno, Paso Ortiz de Ocampo, Chiclana, Manuel Sarratea y la lista sigue.

Rosas asediado enfrenta denuncias de corrupción provenientes de todo el arco conservador y liberal-económico.

La Revolución del Parque denuncia al gobierno conservador de Juárez Celman por corrupción. Le suceden más denuncias por fraude. A consecuencia se sanciona la ley de voto secreto. Denuncias varias contra el gobierno de Yrigoyen. El “electrizante” y mayor escándalo de corrupción de la historia argentina: la CHADE, CATE, CADE. La justificación pública esgrimida por cualquiera de los dictadores desde 1930 en adelante: retornar a los valores perdidos frente a la perversión y corrupción de la democracia.

Ex presidente Ricardo Alfonsín durante el cierre de la campaña presidencial en 1983.

El discurso en la antesala del regreso de la democracia pronunciado por Raúl Alfonsín en su cierre de campaña en la 9 de Julio: denuncia la corrupción de la Dictadura. El de Menem en el Congreso al abrir su segundo año de gobierno y las denuncias contra su gobierno de la oposición del Frente Grande, luego devenido en FrePaSo y Alianza. El “roban pero hacen”.

El ex presidente Carlos Menem considera a la corrupción como un acto de traición a la Patria, durante el acto de apertura de Sesiones ordinarias del Congreso Nacional en 1990.

El discurso anticorrupción de campaña de De la Rúa, las denuncias y posterior renuncia de su vicepresidente, Carlos “Chacho” Álvarez. El 2001 y las demandas conjuntas de sectores medios y populares en torno a que “se vayan todos y no quede ni uno solo” de quienes integran los sectores de la dirigencia política.

Propaganda, con eje en la corrupción de la campaña presidencial de Fernando De La Rúa en 1999.

El “país en serio” de Néstor Kirchner, sus medidas anticorrupción y transparencia. Las denuncias de un sector del periodismo durante su gobierno [Asís, Jorge (2006) La marroquinería política. Desastres seriales de un gobierno trivial. Buenos Aires, Planeta]. El “quiebre” del romance con la sociedad a partir de la crisis provocada por la Resolución 125.

Carlos “Chacho” Álvarez presenta su renuncia a la vice presidencia de la nación. Denuncia a la Justicia.

El ensimismamiento del gobierno de Cristina Fernández y la demonización sistemática y pública del kirchnerismo-peronismo: el demonio corrupto que daña al país.

“La ruta del dinero K”, el mega caso puesto al aire en 2013 por el periodista Jorge Lanata en su envío Periodismo para Todos de Canal 13.

2015. La muerte del fiscal Alberto Nisman. La oposición acusa al gobierno. La sospecha encarnada en el imaginario social. Una nueva campaña presidencial anticorrupción: Macri en la antesala de su presidencia.

Fiscales, con apoyo de la oposición, concretaron su marcha del silencio a Plaza de Mayo en homenaje a Alberto Nisman.

La impostura9 Pro: persecución judicial, mediática, social y cultural del peronismo kirchnerista. Las causas judiciales contra ex funcionarios kirchneristas y contra Cristina Fernández.

Parodias a la ex presidenta Cristina Kirchner y el ex presidente Mauricio Macri en el programa televisivo Showmatch de Marcelo Tinelli, en 2016.

Las denuncias contra el gobierno de Macri. 2019, una nueva campaña presidencial con sesgo anticorrupción.

La presidencia de Alberto Fernández y el escándalo por el denominado “vacunatorio VIP”. Las causas contra Cristina Kirchner siguen en primera plana. La crisis económica y la denuncia permanente de Javier Milei contra la denominada “casta política”, medios y periodistas “ensobrados”. La campaña 2023 y el primer año de gestión “libertaria”: las “auditorias” y denuncias de corrupción contra el anterior gobierno. Las denuncias de la oposición.

El mapa y el territorio

Explorar ese territorio de materiales simbólicos sin un mapa es como navegar sin brújula en el océano. La idea de narración mítica permite conservar el rumbo y hallar islas de sentido, cuyo trazado luego puede conformar un archipiélago.

Dicho de ese modo suena lógico y atractivo; aunque no es menos problemático. Para muchos la fragua del sentido es siempre singular: procede del contexto, de la “época en la que vivimos”- se anima a decir Piglia10. En esa escuela abrevan muchos. Laclau11, por ejemplo afirma que el significante vacío también se “carga” de forma única en el contexto.

La corrupción itera, al igual que la pornografía o las adicciones.

Sin embargo, existen fantasmas y un Otro que refieren a un pasado que nos interpela más allá del contexto -la malla cultural que nos habita y en cierto modo también determina12. Allí es donde también encontramos elementos con los que se construye la singularidad del sentido. Y es allí donde hallamos también elementos que iteran.

Corrupción, drogas y pornografía

La corrupción al igual que la pornografía o las adicciones itera. Se repite: como vimos en los materiales del breve recorrido por la historia de casos y ejemplos hay algo que reincide pero sin referir a un Otro en particular. Es decir, es lo mismo pero no. Eso es iterar. La corrupción como iteración produce un goce que la sociedad, sus actores, individuos, dirigentes y medios consumen. Y en ese en ese barro simbólico se consumen a sí mismos de forma reiterativa. Sin que ello signifique que siempre es igual el cómo se consumen.

La corrupción -también- sirve para ocultar o sustraer de lo común cierto estado de las cosas.

La corrupción -también- es un elemento espectacular que permite identificar a un otro como el culpable de un estado de cosas, una crisis o -simplemente- como un chivo expiatorio en base al que construir un pasado, un presente y un futuro.

La corrupción, el Otro y las omisiones

La corrupción -también- sirve para ocultar o sustraer de lo común cierto estado de las cosas. O para ocultar a ciertos actores, quienes usan la denuncia permanente como instrumento para sostener su interés particular en base a un orden moral heredado.

A partir de las omisiones, por ejemplo, es posible evidenciar la presencia de una hegemonía que elide sujetos-actores como responsables en los relatos públicos. Es posible evidenciar las huellas de algo común que “envuelve” a ese mito y significante cambiante de la corrupción.

Corrupción y significante

Como significante la corrupción itera y se encarna en distintos momentos de la historia, con formas, actores, omisiones, redenciones, rebeliones… Es producto de articulaciones de la hegemonía, cuya finalidad es servir a ciertos intereses más o menos consistentes con los de las élites.

Puede alinearse con el interés de los sectores populares o mayoritarios. Aunque es difícil establecer ello porque los intereses mayoritarios son la mayor parte del tiempo representados por los grupos hegemónicos.

La corrupción es el barro simbólico en el que chapoteamos y el que ensucia más a unos que a otros.

Como mito la corrupción siempre -o casi siempre- señala que el drama anida en que los desviados son la causa de los problemas: los malos, los corruptos provocan las crisis del país porque roban. Las crisis económicas no encuentran ninguna otra explicación en esa mitología ampliamente aceptada en la historia del pensamiento argentino.

La mitología de la corrupción también plantea que el empresario es víctima del funcionario público, del Estado13. Como si fuera posible construir instituciones de forma abstracta a la sociedad civil. Como si el Estado fuera el reflejo de la voluntad de funcionarios públicos desviados.

Esa mitología jamás postula como causa de las crisis económicas, por ejemplo a la desigualdad legitimada anclada en el statu quo de los grupos dominantes: los buenos, los transparentes quienes poseen mucho y no necesitan robar. Tampoco señala nunca a los integrantes de ese grupo social. Y en caso de hacerlo, algún sector de la Justicia lo ampara.

La corrupción es un vector hegemónico canónico, como mito y significante cuyo despliegue en las narrativas contemporáneas interviene en la dicotomización del campo político, en el señalamiento/construcción de ciertas identidades colectivas, de algunos ethos y en la apelación del o los pathos colectivo.    

La corrupción es una forma de interpelar: un conjunto de reglas que permiten sentir, pensar y decir algo común.

La corrupción no es una tecnología de dominación sino una forma de interpelar. Algo mucho más general y común. No es algo unilateral. Ni una herramienta solo de algunos. Podemos pensarla como una gramática vincular que integra como catalizador un canon hegemónico: un conjunto de reglas que nos permiten sentir, pensar, decir algo común.

La corrupción es el barro simbólico en el que chapoteamos y el que ensucia más a unos que a otros. La fragua que aglutina y polariza de forma dramática al pueblo y las élites. Superar la mitología de la corrupción requiere encontrarse con el otro “real”. Construir una sociedad más real y que en ese barro no se consuman las personas, los grupos, las ideas, los agentes y las instituciones a sí mismas o entre sí.


  1. Enumero algunos líderes, redentores o villanos de modo indistinto. Manuel Belgrano, Jose San Martín, Juan Manuel de Rosas, Juan Domingo Sarmiento, Hipólito Yrigoyen, Lisandro de la Torre, Juan Domingo Perón, “Evita” Eva María Duarte de Perón, Arturo Illía, René Favaloro, Ricardo Alfonsín, Carlos Menem, Fernando De la Rúa, Elisa Carrió, Diego Maradona, Eduardo Duhalde, Roman Riquelme, Mauricio Macri, Néstor Kirchner, Julio Grondona, Cristina Fernández, Javier Milei, Axel Kicillof; entre otros. ↩︎
  2. Tales como el denominado “compliance”, la transparencia, los “controles cruzados”, etcétera. ↩︎
  3. En Argentina, la mayoría de las narrativas omiten al empresariado como causa o simplemente como responsables de los actos de corrupción. De modo similar, a miembros de grupos de la elite, sectores de la Justicia. A contramano, señalan enfáticamente a los “políticos profesionales” -señalados por Javier Milei como “la casta”- y en particular a ciertos integrantes del partido peronista. ↩︎
  4. Angenot, M. (2010). El discurso social. Los límites históricos de lo pensable y lo decible . Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores. ↩︎
  5. Laclau, E. (2006). La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. ↩︎
  6. Scavino, D. (2012). Rebeldes y confabulados: narraciones de la política argentina. Buenos Aires: Eterna Cadencia. ↩︎
  7. Casullo, M. E. (2019). ¿Por qué funciona el populismo? (1ª ed.). CABA, Argentina: Siglo XXI Editores. ↩︎
  8. Es el antecedente del juicio político incorporado a la Constitución Nacional en 1853. Para ampliar pueden consultarse un artículo de Mariluz Urquijo, José M: “Los juicios de residencia en el derecho patrio”, en Revista del Instituto del Historia del Derecho, Nº 5, 108-122, Buenos Aires, 1953; Levene, Ricardo; Manual de Historia del Derecho Argentino, Editorial Kraft, 1962. ↩︎
  9. Adamovsky, E (2017). El cambio y la impostura. Buenos Aires: Planeta. ↩︎
  10. Piglia, R (2017). Los diarios de Emilio Renzi. Argentina: Anagrama. pp. 56. ↩︎
  11. Op. cit. ↩︎
  12. Bourdieu, P. (2000) “Sobre el poder simbólico” en Intelectuales, política y poder. Buenos Aires: Eudeba. pp. 65-73. ↩︎
  13. Giordano, V. (2003). Qué va cha ché. Corrupción y Poder Político en Argentina 1890 cien años después. Buenos Aires: publicación electrónica, ISBN 987-43-5738-X. Obtenido de http://www.catedras.fsoc.uba.ar/udishal ↩︎

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll to top
Close