Estamos hechos de historias, de relatos y narraciones que nos permiten sentir afectos, comprender, actuar, pensar. Para bien o para mal nada de lo que somos podría ser sin esos cuentos que nos atraviesan y que nos hacen. Una reflexión sobre distintas coyunturas que nos devuelve al presente.
Una de las certezas más comunes de quienes habitamos el suelo argentino es que la principal causa de los problemas del país es la corrupción. Y esa convicción no por común resulta novedosa. Nos acompaña desde cuando los patriotas enfrentaban a la corona española. Me sorprendí cuando constaté que los escándalos de corrupción también eran usuales hace doscientos años. Desde entonces me pregunto: qué comparten distintas generaciones con problemas y en coyunturas tan diferentes. Qué las lleva a atribuir a la corrupción la causa de todos sus males.
Parece que la corrupción tiene una función infinita en el imaginario argentino. Le hemos asignado una tarea más allá de las generaciones. Algo permanente. Ya antes de la Asamblea del Año XIII aparecía como el maná de los problemas del país. Y los corruptos a quienes había que eliminar de la vida pública. Y así lograr terminar con todos los males. Y doscientos años después la historia sigue más o menos igual. Una historia que como dirían los psicoanalistas itera: se repite con un fondo apuntalado en el goce.
Estamos hechos de historias, de relatos y narraciones que nos permiten sentir afectos, comprender, actuar, pensar. Para bien o para mal nada de lo que somos podría ser sin esos cuentos que nos atraviesan y que nos hacen. En eso podrían coincidir Eduardo Galeano y Mario Vargas Llosa.
Mientras pensaba estas ideas resonaba fuerte el eco de otra narración en mi mente. Cuando por fin me senté a escribir ese eco se convirtió en algo más nítido. Logro identificarla: Osvaldo Soriano, “Una sombra ya pronto serás”. El sonido agudo de una frase de la novela se mimetiza con las palabras que intento escribir.
Los mitos identifican amigo/enemigo, denuncian una situación. Exhortan a la lucha y rebelión. Prometen redención.
“L´avventura è finita“, repetía cada vez que podía Coluccini desde su Gordini. A pesar de hacerlo en italiano la frase era una letanía, una sentencia que podría traducirse en un sentido absolutamente argentino: se acabó la joda.
Coluccini con su Gordini y su letanía recorría la novela de Soriano, un texto publicado a fines de la década del 80’. Casi diez años después una de las propagandas televisivas emblemáticas de la campaña presidencial del candidato de la Alianza, Fernando De la Rúa, expresaba que con él se terminaría la corrupción y se acabaría la joda, cuyo relato la atribuía al entonces presidente Carlos Menem. Menos de un año después, el seis de octubre del 2000, el vicepresidente del propio gobierno de Fernando De la Rúa renunció con una fuerte denuncia de corrupción contra su gobierno.
Las narraciones políticas que nos hacen ser lo que somos tienen un conjunto de reglas, una forma que asumen independientemente del contexto en el que aparecen. Sin importar su posición ideológica o las intenciones de quién o quiénes las dicen siempre distinguen entre los poderosos y los rebeldes, entre amigos y enemigos, entre insurgentes y defensores del statu quo1. Denuncian una situación actual que perjudica al pueblo. Exhortan a la lucha y rebelión contra esa situación. Y prometen la redención del pueblo.
Esos cuatro componentes aparecen en todos los escándalos/historias de corrupción de argentina.
De modo similar a la “war on drugs” que Richard Nixon articuló a principios de la década de 1970 en Estados Unidos, la corrupción en sus distintas formulaciones de la historia argentina es una narración mítica. Una historia que nos habla, constituye y hace hablar. Un mito.
Estamos hechos de historias que nos permiten sentir afectos, actuar, pensar.
Los mitos son relatos, narraciones que señalan algo de manera infinita2. Establecen un conjunto de reglas, una forma digamos canónica que trasciende las coyunturas más allá del contenido, las intenciones y los actores que estén implicados. Como el resto de las narraciones posibilitan construir afectos. Y que así carguemos de afecto a determinados objetos o ideas.
Para una gran cantidad de pensadores es imposible separar la actividad política de los sentimientos. No solo nos convencemos, principalmente nos persuadimos de las cosas. Y lo hacemos porque en las decisiones políticas intervienen principalmente las tripas, los afectos3.
Prehistoria
El conservador laico cordobés y expresidente argentino, Miguel Juárez Celman, era acusado de corrupción por la Revolución del Parque. Meses después abdicó y asumió su relevo Pellegrini, lugarteniente de Roca. Los dictadores en 1930, 1943, 1955 y 1976 prometían acabar con la corrupción. Sus fórmulas fallaron.
Historia
Raúl Alfonsín ante una multitud concentrada en la Avenida 9 de Julio, en el cierre de su campaña presidencial, sentenciaba que junto a la Dictadura se acabaría la corrupción. Lo mismo hicieron Cavallo, Dromi y Menem al justificar el programa de “reformas del Estado” (privatizaciones). La fórmula radical multivariada con el Frente Grande en la Alianza apela otra vez al mito de la corrupción en 1999.
En 2015 el candidato presidencial del PRO, Mauricio Macri, arañó el 51% de los votos en un balotaje contra el candidato de la coalición política que nucleaba al peronismo, Daniel Scioli. El corazón de su campaña consistió en promesas de encarcelar a la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner y miembros de su espacio político.
No importa que haya cursado dos posdoctorados o que no haya asistido a la secundaria. Cualquiera entiende que la narración política en Argentina consiste principalmente en la denuncia de un enemigo al que se acusa de corrupción y por extensión de todos los males que asedian al pueblo; aunque principalmente de los económicos. No se trata de cualquier denuncia, tiene que ser una que cualquiera entienda y que llegue a las tripas.
La narración política en Argentina consiste principalmente en la denuncia de un enemigo al que se acusa de corrupción.
Tras ello se convoca a la lucha, rebelión y persecución al pueblo dañado por el corrupto. Así se aglutina un nosotros contra un ellos. Todo termina con la promesa de cárcel y un proceso judicial que intenta redimir al pueblo. Ese es el círculo de la corrupción infinita en el que los argentinos estamos atrapados. Mejor dejamos acá.
- Scavino, Dardo. (2012). Rebeldes y confabulados: narraciones de la política argentina. Buenos Aires: Eterna Cadencia. pág. 25. ↩︎
- Laclau, Ernesto. (2014). Los fundamentos retóricos de la sociedad. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica. pág. 92-94. ↩︎
- Mouffe, Chantall. (2023). El poder de los afectos en la política. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores. pag. 52-54. ↩︎