El mito de la justicia heroína

La tipa y el tipo medio creen que sin corruptos todo iría bien. Eso es parte de nuestra idiosincrasia tanto como el gusto por el dulce de leche, la ricota, la manteca o la milanesa. Pero qué tiene que ver eso con el mito de la Justicia heroína o salvadora de la Patria. Hay dos ideas simples para revisar. Son comunes y muy, muy viejas; aunque no por ello menos problemáticas. Una es que la Justicia es la solución a la corrupción. La otra, que la corrupción es la ruina del país.

Ambas ideas, están contenidas en historias, narraciones y mitos que nos permiten interpretar y explicar el mundo. Todos dependemos de esas y otras historias. Sentimos afectos, comprendemos, actuamos y pensamos. Las historias nos hacen tanto como nosotros a ellas. Ahora bien: ¿por qué creemos en la historia que nos dice que la Justicia podrá resolver la corrupción y que resuelta la corrupción todo sería color de rosa? ¿por qué esperamos peras del olmo hace tantos años?Veámos.

La lectura de Óxido, del periodista Jorge Lanata, un libro que habla sobre casos de corrupción desde el Virreinato a la actualidad, me llevó a releer otros textos que ya había consultado antes. Entre ellos una nota de opinión del propio Lanata de cuando iniciaba la denominada causa “Cuadernos”.

Las historias que nos hacen como somos nos llevan una y otra vez al mismo lugar.

En esa publicación del diario Clarín1 a mediados de agosto de 2018 Lanata sentenciaba que “somos súbditos de la coima desde nuestro nacimiento como Nación“. Parafraseaba, sin ninguna novedad, la conocida “su Majestad, la coima” de Roberto Arlt.

Con una precisión poética singular en 1929 el escritor, en el diario El Mundo, había descrito algo similar: “la coima es la polilla que roe el mecanismo de nuestra administración, la rémora que detiene la marcha de la nave del Estado“.

Similar no es igual

A pesar de las coincidencias entre Arlt y Lanata hay una gran diferencia: el rol de la sociedad civil y del Estado. Para Lanata el Estado es el responsable del problema. Y la sociedad civil se divide entre corruptos y no corruptos. En cambio, para Arlt, la sociedad civil de algún modo contiene la culpabilidad.

Lo que diferencia a unos de otros es quién es el dueño de la corrupción.

Para uno los funcionarios son más victimarios que víctimas: todo depende de la moral de ellos. El otro los piensa como una víctima más. Arlt describe a la coima como “invisible, penetrante, ardua e infalible, penetra por todas partes y compra al grande, al cogotudo y al severo como al pequeño, al modesto y al humilde que se conforma y transige con tal que le den para un café con leche“.

La coima es de todos y para todos. La coima es el mínimo común antropológico que nos define como pueblo.

Epidérmica, imperceptible, medular, cultural. La coima es de todos y para todos. La coima es el mínimo común antropológico que nos define como pueblo. Lo que todos llevamos en el ADN. En eso Lanata y Arlt están de acuerdo. La diferencia es quién es el dueño de la corrupción. Quiénes los amigos y quiénes los enemigos. Quiénes la persiguen. Para beneficiar a quiénes. Y para castigar a quiénes. Menudo problema.

El mito

Un mito es una narrativa que implica a un héroe o líder, quien se opone y denuncia a un villano. Puede ser otro líder, una elite, casta o un mal determinado, incluso un partido político2. Implica a un pueblo o una comunidad política que aparece como víctima de lo que se le opone.

Es decir, se trata de una narrativa que separa el campo político entre amigos y enemigos del pueblo a partir de alguna denuncia. Aunque también exhorta a la acción y promueve la redención.

Un mito es una narrativa que implica a un héroe o líder, quien se opone y denuncia a un villano.

El mito de la justicia heroína hunde sus raíces en el discurso social3 argentino. Tiene una singularidad: es subsidiario de otro mito que vamos a llamar mito-madre. El mito de la corrupción. De allí esas dos ideas simples con las que empezamos: que la Justicia es la solución a la corrupción. Y que la corrupción es la ruina del país.

Allí anida el mito sin grieta que yace siempre disponible para ocupar un rol central en el espacio público y en la democracia argentina. La corrupción. Se trata de un fantasma que aún no podemos conjurar y cuyos síntomas nos angustian hasta el límite de lo saludable: nos perturban como pueblo y como Nación.

Sin embargo, entre tanto sufrimiento aparece el goce. Y el goce aparece cuando se construye a ese otro en quien se deposita la responsabilidad de la corrupción. Como en la fábula de la vaca empantanada, quien no dudó en atacar al caballo luego de que la sacara del pantano en el que estaba hundida. Cíclicamente, algo similar ocurre con la corrupción, sus culpables y víctimas. El corrupto siempre es otro desviado. Alguien a quien echarle la oportuna culpa.

Justicia heroína

La forma en la que los argentinos conocemos el mito de la Justicia heroína y salvadora puede sintetizarse en cuatro componentes.

1) opone a poderosos y rebeldes, quienes sostienen el statu quo y quienes quieren cambiarlo. Corruptos y honestos. 2) involucra una denuncia que evidencia la situación actual que perjudica al pueblo. 3) genera un llamamiento a la lucha y rebelión para cambiar esa situación actual. Es lo que aglutina al pueblo en contra de aquello que lo perjudica. 4) implica además una promesa de redención para el pueblo: castigo para los culpables.

Miremos con algo de aumento. 1) Los corruptos frente a los honestos. La gente de bien frente a la casta, en lenguaje de época. Quienes quieren el cambio y quienes prefieren los privilegios. 2) Causa “cuadernos”, bolsos de López, los pollos de mazzorin, rellene con el ejemplo que recuerde4. 3) Los que quieren una Argentina sin corrupción y gobernada por gente de bien que cambie las cosas para que el país pueda crecer como lo hizo antes. 4) Cárcel a los corruptos, que devuelvan todo y gobiernen los honestos. Todos unidos por el cambio y la derrota de los corruptos.

Si la Justicia como una heroína persigue a los villanos y castiga a los corruptos, estamos salvados.

Es una melodía clara y natural. Y lo es porque suena en nosotros hace mucho tiempo. Por momentos desafina, incluso a veces hasta no se la escucha, aunque vuelve.

Vuelve

Una vez más. Lanata en esa nota publicada en el diario Clarín en 2018 a inicios de la denominada causa cuadernos subrayaba que la justicia tiene la oportunidad “de empezar a cambiarlo para siempre“. Se refiere a la centralidad de la coima en nuestra sociedad. Si la Justicia como una heroína persigue a los villanos y castiga a los corruptos, estamos salvados. Esas dos ideas iniciales vuelven fusionadas.

Mensaje del Papa Francisco – primera subsede del Instituto Fray Bartolomé de las Casas en Buenos Aires

Puede aparecer la Justicia y los jueces en ese lugar de salvadores de la Patria. Pueden construirse unos desviados mounstruosos que provocan la ruina de todos. Pueden porque existe un mito, una historia, una narración que los argentinos inventamos y sostenemos.

Ese mito es tan nuestro como la coima. Nos permite identificar amigos y enemigos. Perseguirlos. Castigarlos. Y recordarlos. Aunque también nos permite evitar otras preguntas y otras respuestas. Otros amigos, enemigos, castigos, persecuciones.

El Papa

El reciente mensaje del Papa Francisco, durante su saludo a la primera subsede del Instituto Fray Bartolomé de las Casas en América Latina situada en Buenos Aires, un video que Vatican News difundió en su canal de Youtube, contiene cifrado también el mito de la justicia heroína.

El sumo pontífice dijo que “el Poder Judicial es el último recurso disponible en el Estado para remediar las vulneraciones de derecho y preservar el equilibrio institucional y social“. Les recordó, además, a los jueces y fiscales que piensen en el otro. Menudo relato.

Fracaso y cambio

Todo salvador o héroe irreductiblemente en algún momento fracasa. Nadie escapa al fracaso. Mucho menos si vive en Argentina.

El fracaso es también como el mito de la justicia heroína, del político y antipolítico héroe: itera. Tras lo cual sobreviene un nuevo reinicio: “fuente ovejuna y todos en una“. Nuevos villanos, héroes, víctimas y algún nuevo atroz redentor. Alguno de esos reinicios será la oportunidad para cambiar eso que se resiste: nuestras historias, esos mitos que nos gobiernan y de los que todos somos dueños.

  1. Diario Clarín, 18 de agosto de 2018. https://www.clarin.com/opinion/majestad-coima_0_B1DN6RVLm.html ↩︎
  2. Scavino, Dardo. (2012). Rebeldes y confabulados: narraciones de la política argentina. Buenos Aires: Eterna Cadencia. pág. 25. ↩︎
  3. Angenot, Marc. (2010). El discurso social. Los límites históricos de lo pensable y lo decible . Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores. ↩︎
  4. El lector puede excluir Panamá Papers y cualquier escándalo que no involucre al peronismo, sindicatos o sus líderes debido a que la configuración del mito también involucra cierto tipo de sesgos respectos a sus propios actantes en acuerdo al canon hegemónico de época. ↩︎

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll to top
Close