La mayoría de los argentinos cree que la corrupción es la causa de los problemas del país. Y que si alguien logra eliminarla finalmente todo iría bien. Casi todos los gobiernos desde la vuelta de la democracia prometieron a sus electorados terminar con la corrupción, los corruptos y hacerles pagar algún precio además de juzgarlos. Javier Milei con una narrativa y estilo en apariencia disruptivos; sin embargo ofrece una versión reloaded del mito de la corrupción.
Los relatos le confieren sentido al mundo y a la subjetividad. La experiencia de las personas está mediada por narraciones. Muchas de ellas hasta pueden tener componentes fantásticos, increíbles o inverosímiles. Sin ir más lejos el terraplanismo, las religiones -baptistas, católicos, judíos, islamistas, entre otras-, el libremercadísmo o el comunismo oponen de modo radical versiones sobre el mundo. Eso prueba que cuando un mito toca las fibras o las vísceras no hay modo de abstraerse de su poder.
Un mito eficaz
Un mito es una narrativa que intenta conferir algún tipo de sentido al mundo y en la que un héroe o líder se opone y denuncia a un villano. Puede ser otro líder, una elite, casta o un mal determinado, incluso un partido político. Implica a un pueblo o una comunidad política que aparece como víctima de lo que se denuncia. Divide a la sociedad entre amigos y enemigos del pueblo. Aunque también exhorta a la acción y promueve la redención.
Los mitos también prometen y comprometen, implican, tienen víctimas y victimarios. Impregnan hasta los pensamientos, decisiones y acciones más íntimas, incluso aquellas que creemos secretas. Por ello es que la corrupción como mito conmueve hasta las fibras más pequeñas.
Estado y persecución
“Nada de lo que deba ser estatal permanecerá en manos del Estado”, así presento Roberto Dromi el decálogo menemista de la reforma del Estado hace cuarenta años. Javier Milei llegó a la Casa Rosada con una versión que ubica como problema al Estado mismo. Lo que causa corrupción, lo que genera atraso, lo que reduce las ganancias del sector privado. Sin Estado no hay corrupción bien podría decir algún decálogo libertario.
El oficialismo presenta la destrucción del Estado actual como un remedio que recién mostrará resultados en el largo plazo: “Argentina en quince años podría estar alcanzando niveles de vida a los que tiene Italia o Francia. Si me dan veinte, Alemania. Y si me dan treinta y cinco, Estados Unidos”, desafió el presidente en el debate presidencial de 2023. Algo que reiteró como un mantra antes y después de esa campaña. La redención ocurre en el largo plazo en la versión libertaria del mito de la corrupción.
Lo novedoso de la narrativa presidencial respecto a las narrativas previas es que exhibe una mirada más sistémica y menos persecutoria. El villano o adversario a quien se denuncia es el propio Estado y la casta. No alguna persona en particular, como llegó a plantear Juntos por el Cambio con Cristina y el kirchnerismo. O un actor, como lo hizo la Libertadora con el peronismo.
La narrativa libertaria es persecutoria respecto a un grupo social en su totalidad. La casta son todos los dirigentes políticos1 no solo los peronistas o kirchneristas2. En la historia argentina es difícil hallar una narrativa presidencial que construya de forma simétrica y radical a todo el campo político. Nadie salvo nosotros está libre de pecado, podría sostener la versión libertaria.
Redenciones
La redención en la mitología criolla sobre corrupción implica recuperar lo robado y con ello reconstruir el país. En buen romance: que los villanos “devuelvan todo lo que se robaron”. Ese es el anhelo instalado en el imaginario social desde hace décadas que mejor sintetiza el concepto.
En esas narraciones criollas los victimarios en su mayoría son casi siempre funcionarios públicos y desde que existe el peronismo, peronistas3. Ese rasgo que tiene la mayoría de los victimarios en los mitos de corrupción argentinos se extiende de forma contemporánea al kirchnerismo.
Ese proceso ocurre de modo incipiente a partir de la denominada crisis del “campo”, posterior a la Resolución 125, durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Y adquiere mayor nitidez luego del emblemático la “ruta del dinero K” del periodista Jorge Lanata.
Para el oficialismo la “casta” es un grupo deplorable. Tanto o más que algunos de los actores a quienes destina parte de su retórica hater en las “redes sociales”. La constante andanada contra la cantante pop Lali Espósito, la reciente contra la ex youtuber quilmeña María Becerra o la censura al músico Milo J, a quien el gobierno prohibió en el Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA). Todas muestras de que las tenidas libertarias trascienden las fronteras incluso de la “casta”.
Sin embargo, para los libertarios el Estado es el origen de los problemas del país. Más que algunas personas, algún partido o vertiente política en particular. Para ellos el Estado debe volver a foja cero y convertirse en un simple reflejo de la fuerza de unos pocos. El mercado manda, “ordena” y “organiza”. De allí su plan de gobierno con “reformas”, descenso drástico del gasto público, impuestos, desregulación, privatizaciones como la de la mendocina IMPSA y apertura de la economía, entre otras medidas.
Milei promete que la redención del pueblo vendrá luego de una extensa batalla de al menos veinte años contra el principal villano que presenta el gobierno: el Estado. Luego -dice- nadie deberá preocuparse por la corrupción.
- Incluso cuestiona al periodismo que califica de “ensobrado” pero omite referir o cuestionar al hiper singular grupo social nutrido de empresarios que conduce el proceso económico local. ↩︎
- La denominada ley de “ficha limpia” impulsada por el sector político que conduce Mauricio Macri es una iniciativa cuyo principal efecto en el sistema institucional argentino será incrementar el poder de un sector de la Justicia sobre todo el sistema político. Ya que solo podrán presentarse a elecciones quienes carezcan de un proceso judicial con condena. Ni jueces ni fiscales están sujetos a controles de ningún otro poder. Son quienes si se convierte en ley podrán evitar que alguien llegue al Ejecutivo o al Legislativo. Reunir dos tercios en la Cámara Alta para una eventual destitución de un juez es una tarea ciclópea extemporánea. De modo que “ficha limpia” se constituiría en términos reales un gatekeeper: en un Tribunal Electoral Defacto con capacidades proscriptivas. “Ficha limpia” es parte del ADN de Juntos por el Cambio y como tal plantea una continuidad con su perspectiva persecutoria. El escándalo con el senador Edgardo Kueider provocó el ingreso de “ficha limpia” en la agenda del gobierno libertario, iniciativa frente a la que presentaba ciertas resistencias. ↩︎
- Berrotarán, P. & Kaufman, A. (2014). La construcción de la tiranía: el Libro Negro. En M. T. Bonet & C. Ciappina, Representaciones, discurso y comunicación. El peronismo, 1945-1973 (págs. 23-42). La Plata: EDULP. ↩︎